Estos días, después de todas las dudas sobre las segundas dosis destinadas a aquellos menores de 60 vacunados con Astra Zeneca, por fin se ha llegado a una decisión: podrán elegir entre el suero de Pfizer o el de Astra Zeneca para completar su dosis.
Aunque, tras la ansiada noticia, parece ser que el término “esencial” habría que redefinirlo. Maestros, policías, bomberos, guardias civiles, etc., todos ellos integrados en el grupo 4 para la vacunación ya que, aparentemente, son indispensables para que la normalidad reine en nuestras vidas. Sin embargo, los alumnos de la Universidad de Zaragoza, muchos de ellos sin siquiera participar en periodos de prácticas durante todo el curso, van a recibir su segunda dosis mucho antes que cualquiera de los “esenciales”. Está bien que si han recibido la primera dosis puedan completar su pauta, el problema es que la mayoría de ellos no están expuestos a ninguna situación considerada de riesgo. Por lo tanto ¿quién les explica a los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, o a los maestros y bomberos, que su dosis se retrasará, ya que por delante tienen a un grupo de estudiantes que no está expuesto en su día a día.
En cualquier caso, estos jóvenes recibirán su dosis porque a alguien en las altas esferas de esta institución académica decidió en su día priorizar al alumnado de la rama sanitaria, en este caso psicología, sin que la mayoría hayan realizado prácticas en ningún centro. No por decisión propia o de la universidad, sino porque el plan de estudios no lo contempla para los primeros cursos. Bien pues, la situación se pone aún más interesante cuando nos preguntamos ¿por qué alumnos sin exposición de ningún tipo son vacunados y otros de diferentes grados, como magisterio, que si han estado en los centros rodeados de niños sin mascarilla no han sido considerados para la vacunación? La respuesta, indeterminada.
Una decisión que parece tomada de forma improvisada, sin haber tenido en cuenta las prioridades reales que esta pandemia pide a gritos.
