Por Helvia Miedes
Los futuros arquitectos de UNIZAR se adentran en la arquitectura de Teruel.
A principios del mes de febrero, una visita organizada por los arquitectos Alegría Colón, Alejandro Dean y Carlos Labarta de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de Zaragoza cual expedición arquitectónica, puso en valor de cara a sus estudiantes de cuarto curso uno de los edificios más desconocidos de Teruel a pesar de que fue declarado en 2008 Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés.
El edificio, construido entre 1972 y 1975, es obra del arquitecto José Carlos Velasco López y fue desarrollado por el Gabinete de Proyectos de Construcciones Sindicales creado en la Dirección Nacional de la Obra Sindical del Hogar.
Este rotundo edificio, destinado a residencia y comedor para estudiantes, respondía a la necesidad de ampliación del instituto de formación profesional preexistente que ahora es el Instituto Santa Emerenciana, y sigue funcionando a pleno rendimiento sirviendo de residencia de estudiantes.
Es un edificio que pasa desapercibido para la población de la capital, y no es de extrañar ya que su disposición cerrada en su fachada de la calle Juez Villanueva y abierta hacia el campo de fútbol Municipal Pinilla hacen que se conciba más como un límite visual que como un edificio en el que hay actividad, y mucha de hecho. En un principio se ideó con la intención de servir como pasarela de los ciudadanos al campo. Se quería vincular de esta manera el edificio con su entorno. La construcción se concibió como una gran tribuna sobre el campo deportivo sobre el que vuelca las vistas de las habitaciones y del que recibe la luz del sur. Un edificio tribuna de seis alturas que se afirma desde la radical decisión de ofrecer una hermética fachada al noreste y una fachada abierta al sur que confía su moderna expresión a la sucesión de huecos longitudinales.
El interés del mismo surge precisamente de esa capacidad de sorprender a los visitantes con su juego de luces que desde la calle parece inexistente. Una vez dentro observas la gran cantidad de luz que recibe y cómo de manera inteligente se dispone un lucernario que ilumina la escalera que recorre en su eje longitudinal todo el edificio, sirviendo como calle principal a las diferentes alturas, estableciendo relaciones verticales y dejando los pasillos como balcones a esa “calle” para favorecer la relación entre los estudiantes.
Es curioso como el diseño de un edificio puede determinar la forma de vida de los que en él habitan. Aquí la arquitectura es la muestra artística que da vida a los residentes.
El hecho de que los profesores de arquitectura quieran estudiar este edificio nos sirve como toque de atención. Cuando se habla de puesta en valor, se habla de la necesidad de poner en conocimiento y de valorizar aquello que forma parte de lo nuestro. No se trata solo de conservarlo, sino de que sea público y notorio que dicho bien tiene un valor importante para la sociedad y la cultura a la que pertenece. Esto supone un respeto ante el pasado y el presente de la sociedad turolense.
Como dice el blog Patrimonio Inteligente:
«La puesta en valor del Patrimonio conlleva identificarlo, protegerlo, recuperarlo, interpretarlo y difundirlo. Siguiendo este plan conseguiremos poner en valor el Patrimonio Cultural y estaremos fortaleciendo la cultura y la identidad del pueblo.»
