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En siendo jota del Ebro, igual me da una que otra (Por Evaristo Torres)

 

En siendo jota del Ebro, igual me da una que otra

Apostamos por una ciudad llena de presente y de futuro. Queremos hacer de esta ciudad una ciudad del siglo XXI.  Abogamos por la ciudad que los ciudadanos se merecen.

Queremos acabar con esta ciudad en blanco y negro.  Hemos venido para sumar. Vamos a trabajar mucho porque sentimos pasión por esta ciudad. Nos vamos a dejar la piel. Abogamos por tributos reales (¿hay tributos irreales o pretenden eliminar los impuestos personales?).  Apostamos por el empoderamiento. Queremos contagiar nuestra alegría (lo dice con cara de palo, como si estuviera en un funeral). Apostamos por una ciudad en la que se pueda ir peatonalmente [sic] y de forma ciclista [sic]. Abogamos por transformar la ciudad de manera real (¡con lo bonita que sería una ciudad de fantasía!).

Necesitamos profesionales psicológicos [sic]. Crearemos babytecas [sic]. Crearemos una concejalía de Conservación Estética Urbana. Incrementaremos exponencialmente los actos culturales (¿sabrán qué significa exponencialmente?). Queremos un Aragón que sea como su gente, que no reble.

Todo lo anterior y mil ocurrencias más que a nada comprometen son palabras pronunciadas por candidatos aragoneses que se presentan a las elecciones. Las declaraciones y los debates de los políticos durante las campañas electorales reflejan lo peor de lo que somos, la bajeza a la que podemos llegar. Todo vale para ganar: la mentira, la sonrisa impostada, la hipocresía, el mal gusto, el insulto, la falta de imaginación y las limitaciones de la mayoría de los políticos para hilvanar un discurso coherente, decente y sincero.

Lo más preocupante es que a esos políticos los elegimos nosotros con nuestros votos. Yo no sé si es por dejadez, porque la política no nos interesa; por resignación, porque creemos que las cosas son así y no se pueden cambiar; o porque esos políticos incompetentes y mentirosos son de los nuestros y nos vemos reflejados en ellos. Cuando contratamos a un albañil, un abogado, un profesor de inglés o cualquier profesional al que pagamos directamente de nuestro bolsillo, no nos conformamos con cualquiera. Pero como a los políticos los pagamos entre todos, creemos erróneamente que no nos cuestan nada y que da lo mismo arre que so, ocho que ochenta.

Evaristo Torres Olivas

Villarquemado

 

El carné de político

Al igual que para conducir un vehículo a motor es necesario superar un examen teórico y otro práctico, para ejercer de político habría que obtener un carné—no el del partido, que ese se lo dan a cualquiera—tras superar unas pruebas en las que se demostrara la suficiencia para poder circular por las instituciones sin poner en peligro la integridad y la salud mental de los ciudadanos.

Por ejemplo, los aspirantes a político deberían conocer las señales de prohibido: prohibido manipular, mentir, prometer y no cumplir. También las de peligro como aceptar cargos y responsabilidades sobre asuntos de los que no saben nada o engancharse al tiovivo de las puertas giratorias. Respetar las señales de limitación: de permanencia en cargos políticos retribuidos o de aparcar las posaderas en los parlamentos más de dos legislaturas.

En cuanto al examen práctico, deberían superar una prueba de oratoria en la que estarían prohibidas las siguientes expresiones: apostamos y abogamos por, como no podría ser de otra manera, trifachito, bolivarianos, los que quieren destruir España, los perros de los banqueros. No aprobarían los que dijeran sandeces como estas: “priorizar a las personas frente a lo económico” o “hay que implementar políticas que beneficien a la gente”.

A estos ignorantes, habría que enseñarles que, para atender a las personas, lo primero es que haya una economía saneada y con recursos suficientes. “Sin perricas, no hay chufletes”, decían nuestras abuelas. Y también habría que enseñarles que cualquier política, sea la que sea, siempre beneficia a una gente y fastidia a otra. Subirle los impuestos a unos y bajárselos a otros beneficia a los que se los bajan y perjudica a los que se los suben, y tanto unos como otros son gente.

Los demagogos y los cantamañanas nunca deberían obtener el permiso de político. Debería también establecerse un sistema de multas y sanciones y la retirada de carné en caso de infracciones muy graves. Desde la mentirijilla que se sancionaría con cien euros y dos puntos del carné de político hasta meter mano en la caja de los dineros de todos que acabaría con la retirada de la licencia y el traslado del político a la a cárcel con la grúa.

Evaristo Torres Olivas

Villarquemado (Teruel)

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