Recuerdo una parte de mi adolescencia leyendo la revista “Muy interesante”. Para mi mente en ebullición, en aquellos años sin internet, tener acceso a esa ciencia aunque tuviera cierta dosis “sensacionalista” era un regalo. Allí vi por primera vez un holograma, una imagen en dos dimensiones que con el uso adecuado de la luz conseguía ser tridimensional. En esos tiempos remotos en que la imagen era más escasa e inaccesible fue también el germen del aprendizaje en la exploración visual.
Con uno de los números de la revista regalaban el libro “El triángulo de las Bermudas”, de Charles Berlitz. El libro mezcla una gran dosis de ciencia ficción con datos históricos sobre las desapariciones en una zona de Atlántico entre Florida, Puerto Rico y Las Islas Bermudas. Las estadísticas en realidad demuestran que en esa zona se pierden los mismos aviones y navíos que en cualquier otra, no hay datos reales que la hagan destacar. Se creó un mito de la nada.
Hace unas semanas en un restaurante en Teruel, me acordé de ese libro. Los salvamanteles eran un mapa turístico en papel con algunas de las cosas que se pueden hacer y ver en la provincia. Es entretenido esperar el postre mientras observas lugares en los que has estado y otros que querrías conocer. Los mapas indican lo reseñable y también ignoran. En ese mapa turístico, los pueblos incluidos en el triángulo imaginario entre Teruel-Utrillas-Monreal no tienen “nada turístico”, nada que enseñar.
Como observador entiendo que incluso el vacío está lleno de cosas y me entró esa rabia que tapa la base, la tristeza.
En este “triángulo de las Bermudas de Teruel” parece desaparecer todo, salvo alguna gasolinera. A no ser que os guste echar gasolina, según este mapa no hay nada que ver, así que no vayáis, parece rezar. Incluso José Luis Campos, en su programa de radio Calamocha, me instaba hace unos días a no ir a “esos secarrales donde no hay nada que fotografiar”.
Cada comarca tiene sus puntos fuertes, sus epicentros patrimoniales o turísticos y también sus pueblos “de segunda”, olvidados. La parte norte de la comarca de Teruel y los pueblos que limitan con ella son, al parecer, los “patitos feos” de la provincia. De “nada sirve” el territorio crudo, modelado por un clima continental donde los haya, las parameras del Campo Visiedo, el rio Alfambra (gran tesoro olvidado), los chopos cabeceros, las cuevas de Villalba baja, etc.
En ese epicentro se encuentran la subestación de Mezquita de Jarque y todas las líneas de alta tensión y de evacuación que la circundan. Ese triángulo es la zona de desembarco de placas y molinos.
Reducir todo a números es triste. Hay elementos intangibles. El paisaje emocional de cada uno no es medible, no es comparable. Cada zona tiene su encanto, su lugar único, y en ese triángulo de las bermudas hay rincones reseñables, aunque viendo el mapa parecen haber desaparecido.
La población, o la gente que trabaja en un lugar, sí se puede medir. En el programa “Unidad móvil” de Aragón TV, emitido el 9 de Abril, el teniente de alcalde de Rillo dijo que en su pueblo los molinos daban dinero pero no daban puestos de trabajo. Entre 2011 y 2018 la provincia de Teruel ha bajado la población en un 6%. Rillo, por seguir con ese ejemplo, un 18%.
Volviendo a ese triángulo turolense, lo turístico parece haber desaparecido del mapa por algún error humano. Esperemos que ese “epicentro energético” de Mezquita de Jarque no crezca mucho más y acabe de vaciar el territorio.
Uge Fuertes Sanz, Plataforma a favor de los paisajes de Teruel