Ayer, a los 84 años edad, mi padre falleció tras no poder superar una neumonía bilateral causada por la COVID-19. Y hoy, pese al inmenso dolor que siento, lleno de aire mis pulmones para escribir estas líneas. Y es que quiero y necesito expresar públicamente mi infinita gratitud.
A todo el personal de la residencia San Hermenegildo. Desde el personal de limpieza a su director, Luis Latorre, pasando por los sanitarios y terapeutas que cuidaron de él con tanta dedicación y cariño, y que han acompañado a mi madre en estos momentos tan duros. Porque ella, como el resto de residentes, está aislada en su habitación. Ellos fueron mis manos y mis brazos mientras le explicaba el fatal desenlace a través de una videoconferencia demostrando, una vez más, lo que prometieron cuando mis padres se instalaron allí hace ya más de dos años: hacerlos sentir como en casa y ser una familia para ellos.
A todo el equipo humano y profesional del obsoteto Hospital Obispo Polanco que se enfrenta cada a día a la cara más dura de esta maldita pandemia lidiando con la falta de recursos y de personal, y esperando un nuevo hospital que nunca llega. Los turolenses no se merecen tener un inservible amasijo de cemento paralizado, y sus demandas deben ser atendidas. Porque es justo lo que reclaman y porque la salud siempre debería de estar por encima de ideologías y partidismos. Porque aún hay que gritar más fuerte que Teruel existe.
Yo bien lo sé, es la tierra de mis padres y, aunque yo nací en Barcelona, también es la mía. Una tierra de gente noble y valiente que siempre está cuando se la necesita; un trocito de esa España vaciada que, sin embargo, llena mi corazón.
Y, por último, además de a familiares y amigos que a pesar de la distancia he sentido muy cerca, a todo el personal del Hospital San José encabezado por la doctora Mercedes Forcano, cuya profesionalidad y humanidad impidió que me derrumbara en el adiós.
Ha sido duro, está siendo duro y seguirá siendo duro. Para mí y para todas aquellas familias que están pasando por esta cruel y desalmada situación, que nos roba la sonrisa y nos impide tocarnos. A todos ellos les envío un abrazo de esperanza y toda mi fuerza.
Gracias por ser como eres, Teruel.
Alícia Bea
