Por el título, quizás el lector crea que está ante un artículo de esos que dan la razón a la victimización de la mujer que impera en el feminismo institucionalizado. Si busca reforzar ese cliché, no lea más. En este breve texto escribo sobre evidencias, que es en lo que se deberían basar las políticas serias. No en eslóganes, campañas y propaganda.
Vamos con los datos. Si su hijo es varón, tiene un 7% más de probabilidades que no termine la educación secundaria. Un 16,7% de los hombres abandona de manera temprana la educación, mientras que lo hace un 9,7% de las mujeres. 7 puntos porcentuales de diferencia.
También observamos esta diferencia en la tasa de repetición. El 24,8% del alumnado de curso había repetido al menos una vez de curso al llegar a los 15 años. La diferencia entre género es clara siendo favorable para las chicas: hay un 7,1% más de chicos repetidores.
La brecha continúa hasta la universidad. Casi un 10% más de matriculadas en la universidad pública son mujeres.
El culmen de todo este recorrido se observa en la última promoción de jueces: El 73% son juezas.
El problema no es que seamos más estudiosas; si no que por parte de los políticos actuales esta desigualdad no se quiere ver. Políticamente no renta poner este debate sobre la mesa, ni da millones al Ministerio de Igualdad.
Es más, dado que la LOMLOE ignora los datos, esta brecha de género continuará.
La LOMCE estableció que el último curso de la ESO se impartiese bajo dos modalidades diferentes. Las enseñanzas académicas están orientadas al Bachillerato y las aplicadas a la Formación Profesional.
Las diferencias por sexo en la elección de modalidad son reseñables: el 15,1% de las chicas prefirió la modalidad aplicada, pero lo hizo el 20,2% de los chicos.
Esta “oportunidad” que tenían los alumnos de poder flexibilizar sus estudios y elegir la opción que mejor se adecúa a sus intereses va a desaparecer el próximo curso. Por eso, es importante incluir vías y opciones para evitar el fracaso escolar, a la vez que se reduce la brecha de género.
