Un relato recorre Aragón: el relato de su refulgente futuro. Suele presentarse como un círculo virtuoso, una jugada maestra concebida por (en este orden) las élites empresariales y políticas: tenemos al alcance de la mano un escenario de empleos infinitos, repoblación rural e industrialización 4.0 gracias a los centros de datos. ¿La clave? Las grandes centrales de renovables están atrayendo estas inversiones.
Así es la narrativa que el oligopolio eléctrico, los lobistas de las renovables, el ecologismo institucional y la Troika del Megavatio (PP, PSOE y PAR) tratan de instalar desde hace un tiempo en Aragón. El ejemplo más completo lo vivimos en la comisión de investigación sobre el despliegue de las renovables que se celebró en las Cortes, un antológico parto de los montes.
¿Acabará haciéndose realidad este relato? Tal vez, pero a estas alturas es inevitable ser escéptico. Las evidencias muestran que el pretendido virtuosismo está más bien hueco y que la aparición en carne mortal de los centros de datos es un milagro pilarista a medida de nuestro vacío, en concreto, el de la descendente demanda eléctrica: 123.521 GW/h en 2004 y 120.906 GW/h en 2024.
Es decir, en un país con 5 millones más de habitantes, 0,5 billones de euros más de PIB y 4 millones más de personas de alta en la Seguridad Social se demandan 2,6 GW/h menos de electricidad (Energías Renovables, septiembre de 2024). Eso sí, entre 2004 y 2024 se ha pasado de 72.426 MW de potencia eléctrica instalada a 127.221 MW. ¿Cómo es posible una asignación de recursos tan disparatada? En lo fundamental, sigan la pista del dinero: la esencia de la transición energética es mantener un modelo de negocio. El clima ya tal, como diría Emepunto.
En este contexto en el que la electrificación del consumo energético no se amplía, los partidos de gobierno podrían apostar por las comunidades energéticas. Los políticos conniventes con el negocio eléctrico hablan mucho de este tipo de proyectos, e incluso rellenan páginas de los boletines oficiales, pero la palabrería que se gastan es inversamente proporcional a los resultados: en un país con 8.132 municipios solo 42 tienen su primer proyecto energético operativo (Observatorio nacional de comunidades energéticas. Informe de indicadores 2023, junio de 2024).
En Aragón, la Troika del Megavatio bebe los vientos por otro tipo de apuestas, las milagreras, las que responden al arquetipo de las panaceas. La última son los centros de datos. Parecen émulos de Franco y Filek, un timador austríaco que convenció al dictador de que había inventado la «filekina», una gasolina vegetal baratísima. La legendaria sagacidad del Caudillo y de un grupo inversores convirtió aquella majadería en un proyecto de interés nacional, hasta que se descubrió el engaño.
No me malinterpreten, los centros de datos no son filekina. El paralelismo, además de por el relato del invento providencial, es el acto del mensaje, lo que media entre la oreja del gobernante que maneja el boletín oficial y los labios del comercial que quiere beneficiarse de lo que allí se publique: la Troika del Megavatio necesita oír lo maravilloso que son los centros de datos para contárselo a los votantes.
Los centros de datos son ya el argumento para invertir la tendencia decreciente de la demanda eléctrica. Si la transición energética fuese lo que dicen que es (para combatir los efectos del calentamiento global), la disminución del consumo eléctrico por la eliminación del gasto superfluo y el aumento del autoconsumo sería acorde con la única clave posible: reducir el consumo energético en su conjunto. No hay más. Negarlo es hacer la guerra a las matemáticas, negacionismo pueril y patético.
En un plano más comprensible para la Troika del Megavatio, los centros de datos son útiles para salvar los proyectos de la empresa madrileña Forestalia que han quedado en entredicho por no poder evacuar fuera de Aragón. Ya han dicho que los quieren reconvertir en el «autoconsumo» de los centros de datos. Resulta que las centrales de renovables no generaban para Aragón, por lo que no atraían inversiones. Va a ser divertido explicarles que la legislación obliga a reiniciar el trámite ambiental, pero bueno, en este Estado del derecho y del revés la ley se aplica o te la hacen cumplir según quien seas.
En otro orden de cosas, hacer realidad esto va a suponer un sacrificio considerable. Dicen que hay tierras al este donde existen políticos que se lo huelen: «Lleida rechaza la construcción de dos megacentros de datos: «No aportan nada a la economía local». Los puestos de trabajo que pueden crear no compensan el agua y la energía que gastan ni la extensión de terreno industrial que ocupan» (cadenaser.com, 13 de diciembre).
En Aragón la Troika del Megavatio nos vende una pócima de crecepelo lo suficientemente cegadora como para ocultar todas las líneas de alta tensión que se requieren: los centros de datos van a servir para combatir el despoblamiento rural. Las versiones más próximas a la gasolina de Filek pintan a Teruel como Silicon Valley. Sin embargo, este mensaje es un material que no manejan en los medios interesados en el negocio realmente existente de la transición energética.
«La calidad de vida y el atractivo del emplazamiento son muy relevantes para atraer el talento de profesionales con alta cualificación». Asociar los centros de datos a grandes plantas de generación supone un reto porque «quieren estar cerca de grandes ciudades, lo contrario que ocurre con las fuentes de energía. Madrid sería el ejemplo de sumidero energético que consume una gran cantidad de energía que no genera, pero que resulta atractivo como localización por su vitalidad social. Ciudades como Málaga, Valencia, Sevilla o Zaragoza pueden ser atractivas y acercarse a esa cuadratura del círculo» (Energías Renovables, noviembre de 2024).
Resulta que en el ayuntamiento de Lleida son conscientes de una realidad que es el secreto de Polichinela. No, los centros de datos no se instalan en la paramera porque, como se ha llegado a decir, los críticos con este modelo de negocio y su destrozo ambiental demos miedo, no lo hacen porque hay un reparto de funciones explícito desde el franquismo: las zonas de sacrifico (la paramera, los montes, los pueblos, los secanos) y sus gentes están al servicio de las zonas de privilegio (las consumidoras de recursos). Este es el juego de la Troika del Megavatio cuando aprueba sin debate la Ley de Medidas Urgentes de Energía de Aragón mientras les cuenta milagros.