Patria, ese término manoseado, moldeado y maltratado en este país desde hace ochenta años. Manoseado hasta el punto que la izquierda ha renunciado al concepto patria por sus connotaciones con regusto a naftalina de los años cuarenta.
El concepto de “patria” que nos venden, es el de la banderita en el balcón, la pulsera de España en la muñeca y la intolerancia a quién no piense como ellos. Un patriotismo del “Yo soy más español que tu”, un pseudo-patriotismo anquilosado en el pasado más turbio de este país. Sin embargo, esto no es ser patriota, ni tener un concepto real de patria.
Una patria, no debe basarse solo en señas de identidad como la bandera o el himno, una patria no puede estar solo orgullosa cuando su selección gana un mundial. Una patria es aquel lugar en el que puedan caber todos, en el que las libertades estén garantizadas sea cual sea tu origen, aquel lugar donde la intolerancia no exista ni te miren mal por tus tendencias políticas, sexuales o personales.
Ser o no más patriota, no consiste en aferrarse al pasado, sino en mirar hacia el futuro, ningún símbolo nacional debe de ser intocable sino integrador de todas las ideas que caben en el seno de un país. Hay muchos discursos en España que deben resolverse, discursos que en otros países ya se solucionaron hace décadas y es por tanto responsabilidad de todos zanjar ciertos debates que nos permitan avanzar como país.
Memoria histórica, cuestión nacional, vertebración territorial, corrupción sistémica, recuperar los sectores estratégicos en beneficio de las mayorías, etc… son cuestiones abiertas que es responsabilidad del estado cerrarlas para construir un país que verdaderamente integre y no rechace.
Se puede ser patriota, pero en España queda mucho por avanzar y mientras no peleemos por construir un país para todos, tristemente, seguiremos siendo unos patrioteros.
