Existen debates que parecen infinitos. Posturas, en la superficie, irreconciliables y opuestas, que a lo largo de los siglos han generado todo tipo de análisis, puntos en común y desacuerdos. La ciencia y la fe forman parte de estos interrogantes permanentes: ¿son realidades diametralmente diferentes? ¿Están indefectiblemente enfrentadas? ¿Es posible mirarlas fuera de las contraposiciones y descubrir que su razón de ser, las acerca mucho más de lo que imaginamos?
El pasado 28 de enero, la cuarta edición del ciclo de “Conversaciones con Luz Propia”, un espacio de análisis y discusión sobre diversos temas de interés, convocó a más de 80 personas al Centro Cultural de San Julián, para reflexionar sobre esta continua discusión, que en esta oportunidad contó con la exposición del físico y autor turolense, Eduardo Riaza Molina, quien desde la explicación sobre el origen del universo propuso una profunda conversación sobre la ciencia y la fe en la teoría del Big Bang.
Es innegable que la “gran explosión” marcó el inicio de la materia, el espacio y el tiempo. Sin embargo, es mucho menos conocido, que el físico y sacerdote católico Georges Lemaître, fue el primero en proponer la hipótesis del átomo primitivo, como el origen de todo.
Georges Lemaître nació en Bélgica en 1849 y, desde niño, quiso ser científico y sacerdote. Al finalizar la Primera Guerra Mundial Lemaître logró cumplir sus anhelos y su gran capacidad intelectual lo llevó a conocer, trabajar, aprender y disentir con célebres físicos y astrónomos. Arthur Eddington, Edwin Hubble y Albert Einstein, son algunas de las brillantes mentes con las que compartió la búsqueda sobre la naturaleza y el inicio del universo, aunque por mucho tiempo, este último, se negara a aceptar la propuesta de Lemaître, sobre un universo en expansión.
Sus descubrimientos nacieron de la rigurosidad de sus investigaciones y éstas nunca estuvieron condicionadas por su condición de creyente. Con claridad mantuvo la autonomía de la ciencia con respecto de la fe, en el caso de la hipótesis del átomo primitivo cuando manifestó que, “desde un punto de vista físico, todo sucedía como si el cero teórico fuera realmente un comienzo; saber si era verdaderamente un comienzo o más bien una creación, algo que empieza a partir de la nada, es una cuestión filosófica que no puede ser resuelta por consideraciones físicas o astronómicas”.
Alejado de posturas extremas, su claro pensamiento y el ejercicio de su sacerdocio nos demuestran que el fideísmo y el evolucionismo, tan presentes en los debates que intentan fundir la filosofía con la física para explicar los orígenes del universo, pueden nublar una comprensión que puede explicarse sin apasionamientos.
Eduardo Riaza, como gran conocedor y divulgador de la vida y los aportes de Lemaître, aportó con solvencia y dinamismo elementos para entender que este religioso, “no fue una estrella doble: no fue un sacerdote que se dedicó a la ciencia, ni un científico que se hizo sacerdote. Fue, desde el principio, las dos cosas”.
Y en esa dualidad, perfectamente posible en la figura de Lemaître, se hace posible comprender y demostrar que la ciencia y la fe tienen caminos diferentes para llegar a la verdad, pero es esa búsqueda la que las armoniza, puesto que no están en conflicto, debido al ejercicio lúcido de la propia libertad del ser humano.
Sobre el expositor: Eduardo Riaza Molina es miembro de la Real Sociedad Española de Física y del grupo Ciencia, Razón y Fe (CRYF), de la Universidad de Navarra. También es autor de “La historia del comienzo. Georges Lemaître, padre del Big Bang” (Ediciones Encuentro, 2010). Ha sido profesor del Colegio Retamar de Madrid y actualmente es director del Colegio La Purísima y Santos Mártires de Teruel (Arenales Red Educativa).