Tras el periodo de reflexión del Presidente Sánchez, todos debemos de hacer lo mismo. Debemos de pensar sobre qué política queremos para hacer mejor nuestra vida y nuestra sociedad. Porque al final, en lo que debe concentrarse la política es en hacer más fácil la vida de todos los ciudadanos.
Esta reflexión valdrá entonces la pena si somos capaces de reivindicar una política útil que debe estar alejada de la mentira y de la deslegitimación. Y es fundamental, para el buen funcionamiento de la política, el reconocimiento al rival político asumiendo, aun con la critica normal, las decisiones que unos u otros tomemos. Pero sin insultos, sin burlas y siendo capaces de ofrecer alternativas a las propuestas del otro.
Siempre he tenido la convicción de que la actividad política puede y debe hacerse desde la diferencia de pensamiento pero con el máximo respeto. Nos lo debemos a nosotros mismos, pero sobre todo a la ciudadanía, así como a nuestros predecesores y a los que van a venir detrás.
Sobra de la política quien tiene como único objetivo la destrucción del contrario sea como sea, faltando al respeto y utilizando a la familia para hacer daño, acosando, inventando, sometiéndoles a una presión injusta simplemente por su acción política como concejales, alcaldes, senadores, diputados… o como nuestro Presidente del Gobierno.
Si ya es muy difícil ser hijo, pareja o padres de una persona que dedica su trabajo a la actividad pública, que siempre suele ser muy absorbente y conlleva la inevitable crítica, más lo es cuando se convierten en el objetivo de quienes buscan únicamente hacer daño a quienes consideran, en lugar de adversarios, enemigos.
Esto es, sin duda, lo más grave, cuando son los mismos políticos, pero también informadores convertidos en militantes, responsables de los poderes económicos o miembros de la judicatura, quienes actúan como un ejército al servicio de una parte, buscando permanentemente el conflicto y, degradando la política con una sola finalidad: la destrucción del contrario.
Creo, ahora con más firmeza que nunca, que no podemos dejar ganar a quienes actúan así. Es un comportamiento tan indecente y tan peligroso que las consecuencias para todos son difícilmente descriptibles.
Desde mi convencimiento en la política y la democracia os pido a todos que nos unamos en su defensa. No es una frase hecha, un lema político sin más. Hace tiempo que ocurren cosas que no deberían pasar sin más en una sociedad democrática.
No podemos dejar que se ponga en duda que la legitimidad en democracia la da la ciudadanía con su voto y que los demócratas debemos respetar el proceso democrático, sea cual sea el resultado.
Los socialistas conseguimos gobernar respetando escrupulosamente, no podía ser de otra forma, la legalidad, los procesos definidos en nuestra Constitución. Desde el respeto que tenemos al Parlamento, formamos gobierno con el resultado procedente de las urnas para lograr nuestro objetivo de intentar mejorar la vida de las personas y facilitar la convivencia. Y, por supuesto, desde el diálogo y el consenso intentar llegar a acuerdos.
La democracia es también aceptar que no siempre nuestras propuestas son las únicas, ni tal vez las mejores. Debemos estar abiertos al debate, siempre con el fin ultimo es mejorar la vida de las personas. Aun reconociendo que existen distintos modelos, y que esos modelos nos diferencian, la defensa de nuestros respectivos ideales debe ser el servicio público al que nos debemos los representantes políticos. Aquí nos encontraremos todos.
Llevar el debate político a la aniquilación del contrario daña profundamente la democracia y la aleja de la ciudadanía. Pero, lo peor, es que la sociedad se impregna del discurso de odio e intolerancia.
La desinformación solo sirve para manipular a la gente y ponérsela a su servicio.
Es indigno quien miente sabiendo que miente.
Los bulos deben de tener un coste.
Todo no vale.
