En la tarde de hoy 23 de enero de 2016 la Asociación Juvenil de Cuencas Mineras hemos llevado a cabo una concentración en la Plaza del Ayuntamiento en el municipio de Utrillas en repulsa del acoso escolar y en memoria de los pequeños que en los últimos días decidieron acabar con sus vidas por estos hechos. En su honor se ha guardado un emotivo minuto de silencio.
Un centenar de personas se han concentrado en la Plaza del Ayuntamiento tras la llamada de los jóvenes que forman esta Asociación Juvenil para denunciar el acoso escolar, el abandono e indiferencia de las instituciones públicas ante estos casos y en repulsa al llamado “bullying”. Realizando también un pequeño homenaje a los menores que en los últimos días acabaron con su vida por el continuo acoso que sufrían en sus centros educativos.
Durante este acto que tuvo una duración de diez minutos, dos de los jóvenes que forman esta Asociación leyeron un emotivo comunicado donde pedían “una educación a los niños desde el minuto cero en el que entrar a un centro educativo basada en el respeto a los demás y la normalización de los temas que actualmente pueden encontrar estos pequeños, desde una persona de una raza diferente a la del pequeño hasta el amor entre personas del mismo sexo”. A la vez denunciaban que las instituciones públicas debían “garantizar la protección, seguridad y una educación… con un mayor abanicos de conocimientos” así como unas “limitaciones, controles e informaciones con las nuevas Redes Sociales y el mundo de internet” para evitar el ciberacoso.
Palabras como las mencionadas al final del discurso, han hecho que el vecindario ahí concentrado se emocionara. Los jóvenes que leían decían que es “muy triste que niños se tengan que quitar la vida para que la sociedad se dé cuenta de esto y empiecen a tomar medidas”. Añadían deseando qué “todo esto quede en un negro pasado”.
Finalmente se han despedido de los concentrados con una de las frases de la carta de Diego, el menor de 11 años que acabó con su vida por sufrir acoso en el colegio. “Que ningún pequeño, que ninguna persona, tenga que volver a escribir -Os echaré de menos y espero que un día podamos volver a vernos en el cielo- ”.
Tras estas palabras guardaron un largo y muy emotivo minuto de silencio.
Discurso leído en concentración
Hoy estamos aquí y ojalá no tuviésemos que estarlo. No solo estamos concentrados para homenajear a Diego, ese pequeño de 11 años que decidió quitarse la vida porque sufría acoso en su colegio. Sino para condenar a cada persona que consiente o propicia el acoso en cualquiera de sus ramas. Y para mostrar nuestro más sincero cariño tanto a Diego, Alan y cada joven que ha tenido que acabar con su vida por culpa de una sociedad donde importa más con quien te das la mano, qué llevas en tu cuerpo o qué parte de tu cuerpo mueves de una forma diferente a lo normal en tu sexo.
Hoy condenamos la acción malvada e injustificable por la que ese joven tiene que aislarse de todo, por la que ese joven tiene que renunciar a su vida, por la que esa madre ya no tiene vida, por la que ese padre llora por las esquinas, por la de ese vecino, familia y amigo que simplemente no puede continuar.
¿Qué estamos haciendo mal? Es la pregunta que todas y todos deberíamos hacernos. La respuesta, es sencilla. Inculcar una educación a los niños desde el minuto cero en el que entrar a un centro educativo basada en el respeto a los demás, la normalización de los temas que actualmente pueden encontrar estos pequeños, desde una persona de una raza diferente a la del pequeño hasta el amor entre personas del mismo sexo.
Pero no todo está en la educación a los más pequeños, también a las personas encargadas de la educación. A nuestros educadores. Esas personas que pasan más de 8 horas diarias con nosotros, cinco días a la semana, los encargados de proporcionarnos una educación con un mayor abanico de conocimientos. Ésta educación no solo debe basarse en matemáticas, historia y lenguaje sino de sexualidad, sociedad y derechos humanos entre otras otras muchas.
Las instituciones públicas deben garantizar la protección, seguridad y educación que acabamos de mencionar. Garantizar que en cada clase de cada centro un educador debidamente formado pueda ofrecer unos valores a nuestro más pequeños o a nosotros mismos, los jóvenes.
También deben dejar a los profesionales de otros ámbitos actuar en casos en los que a nuestro parecer, a las instituciones públicas se les escapa de las manos. Nos referimos a las nuevas tecnologías, a las redes sociales al mundo de internet. Un mundo que nos facilita todo pero que a veces también puede acabar con todo. Limitaciones, investigación e información podrían ser algunas de las soluciones para acabar con el acoso cibernético.
Nos podemos evitar mucho sufrimiento simplemente con ganas de hacerlo porque los medios ya los tenemos. Con todo lo anterior la pregunta sería ¿Están dispuestos las autoridades competentes a llevar a cabo todo ello para acabar con esta cruel realidad? Desgraciadamente y como casi siempre, tendremos que ser los de abajo quienes empujemos a los de arriba pasando por mucho más sufrimientos.
Diego no es una excepción, este pequeño solo es uno de tantos niños que se han quitado la vida dejándonos mensajes durísimos para que la sociedad aprendamos y mejoremos. Que triste es que un niño tenga que quitarse la vida para que actuemos.
“Mentía a mi madre para no ir al instituto porque sabía que a la entrada me podrían pegar” David 12 años.
Qué todo esto desde ahora quede en un negro pasado. Inculca a los más pequeños lo que Gandhi dijo hace muchos años “No hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra.
Que ningún pequeño, que ninguna persona tenga que volver a escribir “Os echaré de menos y espero que un día podamos volver a vernos en el cielo ”
-Por favor, guardemos un minuto de silencio-
